Confesión

No era el momento y, sin embargo, la magia no fue algo en lo que creer sino una evidencia tan palpable como el amor que se condensa en los cristales.

Pero no pudo ser fábula por que ninguno de los dos tenía claro quien era el lobo. Quizá podría haber sido un cuento de hadas pero se volteó la historia; empezó con un final feliz y terminó con campanadas trasnochadas, los zapatos en la calle y la calabaza en la escalera.

Espero que tus pasos sigan el camino que tus sueños diseñaron. Y que, mientras, la felicidad te dé alcance.