En color celeste se presentó la noche, iluminando sonrisas a su paso.
Pizpireta, locuaz, dulce, simpática, pícara, mimosa…
Rezumando cariño en cada palabra, derramando sensualidad en cada gesto.
Quejándose de hacer monólogos e interrumpiendo cuando no: pura espontaneidad.
«¡Vamos a las luces rojas!» Me rindo a la evidencia, tú mandas, vamos.
Demasiado cerca (para mantener la timidez) . «Verdes, hoy son verdes». Suerte de la oscuridad, así no puede verme sonrojado. Estadísticamente, «¿Te ha gustado conocerme?» no puede repetirse más, se desgastó en pocas horas. La respuesta, «Sí Piz, Me ha(s) encantado. Porque es un nivel más. Más profundo en tu ser.»
La música suena, a ratos también por los altavoces, momentos de ausencia. «¿Qué piensas?». Otra moda de la noche. Mil secretos explicados. Mil gritos escondidos.
Cabeza sobre hombro por turnos, una mano sobre otra. La música crece: «Espero que no me malinterpretes».
Salimos. «¿Por qué me coges la mano? Y por qué no.» (Pero no me malinterpretes).
Dos o trescientas calles más allá, fin de la noche, fin del post.
(Hacía mucho que no me sentía tan vivo)