De caminar a correr, caer y volver a levantarse.
Darse impulso, saltar y caer. Y seguir cayendo hasta lo más profundo.
Todo para un día descubrir que, bajo las alas, el aire cura cada cicatriz, sujeta el peso de los golpes, y enseña a dirigir el rumbo.
Algún día, con suerte, aprender a volar. No es fácil, pero así es, el camino del murciélago.