Reflexiones congeladas

El largo silencio no es casual, casi nunca lo es. Hay ocasiones en que el olvido se apodera de tu vida y te instalas en eso que un gran amigo llama, no sin cierta acritud, «tarifa plana».

En otras, el torrente de sensaciones que te embarga se hace tan poderoso que no admite simplificaciones, se niega a cruzar la piel, te congela la palabra.

Y lo peor es no saber si lo que me pasa es lo uno o lo otro.

Palabras bajo la almohada

Lo más duro fue partir dejando las palabras bajo la almohada y los sueños entre tus dedos.

Ahora tras la puerta sólo quedan contradicciones desechadas y sarcasmos que regresan de otros labios, siluetas de ladrillos que piden huir.

Quizá eso hagamos, con aviones o silencios, con tertulias vacías y verdades sin decir, esperando que llegue esa amistad que dejamos a medias por tener demasiada prisa en disfrutar del viaje.