Sueño: La corporación

-Linmer, tío, a ti te gustaría algo así.

-¿Hacer de agente secreto? ¿Desactivarte las alarmas de los pasillos para que tú y tu grupo de asalto podáis entrar por la puerta de atrás? Sabes, tal vez sí, pero a mí los rollos estos militares…

-O si te entrenas un poquito incluso podrías estar en intervenciones, que te estás poniendo fondón, cabroncete. No sé, pero creo que te gustaría. La empresa hace de todo, nos contratan para montar operativos especialmente complejos y se resuelve a nivel global, desde la táctica a la intervención, por lo que además de equipos de asalto como seré yo, hay personal técnico para la supervisión y el apoyo logístico. Además de la línea de mando, ya sabes que yo siempre te he visto como un pez gordo de despacho.

-Sí, sobre todo lo de pez gordo ¿eh? Lo cierto es que no sería un mal trabajo, ¿y quién sabe…?

 

 

No es que me convenza del todo la idea de formar parte de un equipo así, pero se empieza con formación en aula, cosa que me parece un buen método, por lo que decido probar. En la primera clase se hace hincapié en la disciplina, parece lógico para un cuerpo de élite, pero que no me acaba de gustar por los tintes de esclavismo que parece tener siempre. En la segunda clase, justo a continuación, al cabo de unos minutos de comenzar, nos dicen que haremos una pausa, que vayamos a tomar un café a la cafeteria del centro si queremos. Tanto la estructura horaria como las instalaciones parecen universitarias).

 

Y los profesores vienen con nosotros, la tan manida introducción acojonatoria de la disciplina se queda en que las cosas solo tienen que ser serias cuando lo son realmente, que no hay subordinación fuera de las operaciones concretas. En ese punto es donde consiguen salvarse de que me vaya, no habría estado dispuesto a tolerar lo contrario. Volvemos a clase, los profesores se van sucediendo uno tras otro, pero con pausas, y tanto las pausas como las mismas clases son de duración adaptable en funcion de lo que observa el maestro. Me pregunto si conseguirán mejorar la atención de los alumnos, algunos de ellos parece que nunca hayan estado concentrados en nada durante más de media hora.

 

Se suceden unos cuantos dias de clase y cuando la formacion está a punto de finalizar y se empieza a concretar qué tipos de trabajo ibamos a realizar en base a ejemplos de operaciones anteriores, porque realmente nunca sabremos hasta el último momento que es lo que habrá que hacer. Me doy cuenta de que entré por mi amigo y no pregunté siquiera el sueldo.

 

Resulta que no se cobra, pero ya te han explicado todas las ventajas que vas a tener por pertenecer a ese cuerpo de élite, mucho mejor que ser funcionario, te conseguirán todos tus objetivos. ¿Que quieres ser licenciado en antropología? Hecho, aquí tienes el título y una recomendación para entrar en empresas a las que no les importará que no tengas ni idea. ¿Que quieres..? Hecho. Y no te ocupará todo el día el trabajo, de hecho, no te llamarán ni siquiera a diario, serán pequeños trabajitos cuando surjan, quizá un trabajito al mes, unas horitas y para casa. Es un pequeño precio por todo lo que puedas desear en esta vida ¿no? Pues lo probaremos, no me hace gracia lo de no cobrar, pero si es cierto que me pueden conseguir lo que pida… Y si no, al menos recibiré una formación de cuerpo especial, me muero de ganas de que empiecen las clases prácticas de conducción extrema, manejo de armas, colocación y desactivacion de explosivos, control de ritmo cardiaco…

 

Acaba la formación, puedes pedir tu primer deseo incluso antes de hacer ningún trabajito. El contrato sólo pide la confidencialidad de todo lo relativo a la compañia, lógico tratandose de una corporación secreta, y la mútua exclusión de responsabilidades, lo que también me tranquiliza si algún día le tengo que pegar un bazokazo a una gasolinera (quién sabe…). Vaya, nada extraño para una empresa cualquiera, en lo que respecta a la confidencialidad, claro.

 

Lo primero que pido es que me aprueben las asignaturas que me faltan por terminar la carrera, un pequeño empujoncito y así ya me puedo poner a buscar un trabajo serio. A la semana, me llega una felicitación de la decana de la facultad por el excelente proyecto de final de carrera (carta genérica para las matriculas de honor) junto con una recomendación para presentar en cualquiera de las empresas de la bolsa de trabajo de la universidad. Esa misma tarde, me llaman de IBM para ofrecerme un puesto más que interesante, «antes de que empiece a enviar currículos» según el tipo del teléfono.

 

Así que esta gente va en serio, vaya, no me esperaba tanto. Pasan las semanas y no me piden ningun trabajito. Mientras, en IBM las cosas marchan viento en popa, noto una especie de burbuja protectora a mi alrededor incluso con gente situada en escalafones superiores de la jerarquía.

 

Al mes, una llamada. «¿Está en casa? Cuando cuelgue, entrará un sobre por debajo de su puerta» .El sobre es color marfil, con un tacto especialmente extraño. Lo abro, en el interior una nota:

 

«Dentro de dos días, a las cinco de la tarde, encontrará una berlina negra en su puerta, estará vacia. Las llaves son la tarjeta que acompaña esta nota. Al acercar la tarjeta al vehículo se abre, luego se introduce en el lado derecho del volante.

 

Subirá al coche, al cabo de un minuto llegarán un hombre con traje negro junto con otro con vestimenta típica de oriente medio. Su trabajo consiste en hacerles de chofer hasta el primer lugar que le indiquen, deben llegar sanos y salvos. Recuerde, sólo el primer destino. Cuando llegue, se baja del coche, deja la llave puesta y se marcha, fin de la misión.

 

Encontrará en el sobre tambien un billete de 500 euros, es para que se compre un traje negro con el que conducirá y para el taxi de vuelta a casa tras la misión.

 

PD: Recuerde que toda comunicación de la organización es confidencial, por lo que una vez leída esta nota debe quemarla junto con el sobre.»

 

Por fin sé qué es lo que piden a cambio, parece fácil, demasiado fácil… Cojo un mechero de la cocina y al acercarlo a la carta prende de tal forma que tengo que soltarla al momento, antes de llegar al suelo ya había desaparecido completamente. Combustión instantánea, juegan en serio esta gente. Quemo también el sobre.

 

A los dos días, con mi traje negro puesto, puntual como un reloj suizo de los que no fallan, subo al coche y espero que lleguen los dos hombres. El coche parece blindado, lo que no sé es si eso me tranquiliza o no. Exactamente al minuto de subirme, aparecen los dos hombres paseando con una conversación que parece jovial y distendida, como si se conociesen de hace muchos años. Al subir al coche, el hombre del traje negro me indica una dirección mientras el otro aún esta rodeando el coche para subir por la otra puerta.

 

Mientras conduzco, no puedo evitar pensar que en cualquier momento intentaran asaltarnos de una forma u otra. Durante el camino, de repente un furgón de la policía se coloca detrás del coche y enciende las sirenas, los dos hombres del asiento trasero dejan de hablar. En cuanto adelanto al siguiente coche, me echo a la derecha y reduzco. El furgon de la policia acelera, pasa de largo y gira a la derecha en la siguiente esquina. Vuelvo a acelerar a la velocidad normal y al cabo de unos minutos de ver unos cuantos vehículos patrulla más en puntos estratégicos, llegamos al destino. Me bajo del coche y antes de que pueda pedir un taxi, se para uno a mi lado. Esta gente lo tiene todo calculado al milímetro.

 

Le pido al taxi que me lleve a una dirección, no es mi casa, es otra casa de otro barrio, pero por precaución es mejor así. Hago ver que busco las llaves mientras se aleja, una vez llega a la esquina, empiezo a caminar hasta el bar más próximo. Me tomo un café, ojeo un periódico y salgo en dirección contraria hacia la parada de autobús para ir realmente a casa. No puedo dejar de pensar que ha sido todo muy sencillo, ¿este es el precio de una carrera y un trabajo en una empresa puntera?

 

Al llegar a casa, me ducho, preparo la cena, y pongo la televisión. En las noticias, los hombres a los que habia llevado esta tarde estan firmando un contrato de venta de petroleo para los proximos 15 años. Vale, ahora ese viaje tiene mas valor, no van a usar a un chofer normal y corriente cuando hay riesgo de atentado, pero aun asi no se si vale tanto como mi primer deseo.

 

A pesar del pacto de confidencialidad, llamo a mi amigo y le propongo vernos al día siguiente por la tarde. Quedamos en otra ciudad, en una cafetería céntrica.

 

-¿A ti te va bien? Ayer hice mi primer trabajito, y la verdad, demasiado sencillo

-Ya te dije que valía la pena.

-¿En serio? ¿Esto es todo? ¿Es tan fácil conseguir todo lo que desees?

-Tanto no sabría decirte, pero hasta el momento no me han dicho que no a nada

 

El resto de la tarde fue una conversacion normal entre dos amigos que han crecido juntos: un poco de rutina, de expectativas, de mujeres… lo habitual, vaya.

 

Al cabo de un par de días recibo una llamada que me pide que vaya al centro de formacion. Allí me proponen ser uno de los profesores del curso introductorio a cambio de otro deseo. ¿Que duró, dos semanas? Siendo por la tarde, mi horario intensivo en IBM me lo permite. Vamos a ponerlos a prueba. Lo haría a cambio de un Aston Martin DBS, negro, con el seguro incluído, gracias.

 

-De acuerdo. Las clases comenzarán el proximo lunes de 16h a 21h, intenta llegar quince o veinte minutos antes el primer día para que el director formativo te pueda dar los materiales. El coche lo tendras mañana en tu casa, te entregará las llaves la persona que lo traiga.

 

¿De acuerdo? ¡Ni siquiera ha abierto un milímetro de más los párpados! Salgo de allí con la extraña sensación de que puedo pedir lo que quiera, absolutamente cualquier cosa. Es desconcertante. Quizá debería haber escogido algo más moderado, no me gustaría llamar la atención y recibir una inspección de Hacienda. Aunque bien pensado, supongo que podría pedir que me dejasen tranquilo, y hasta me abrirían ellos una cuenta en las Cayman. No es que tenga dudas morales, pero es que todo es tan fácil que deja de tener sentido desear. Dura tan poco el placer del deseo, ahora es un «me apetece, lo tengo». En el deseo, como en el amor, la magia está en esa tensa espera hasta que obtienes lo que quieres.

 

Tras el curso, decido no pedir nada nuevo por el momento, pasaré un tiempo viviendo mi vida por mi mismo, sin ayudas externas. Transcurren los días con normalidad, como antes de conocer la misteriosa organización. Me pregunto cuanto dinero hay detrás o si realmente es posible mantener toda esa estructura solo con trueques, si la cadena de favores puede hacer que realmente un viaje en coche valga el soborno a una universidad y un puesto de trabajo. Claro que, de hecho, eso no tiene valor real, es solo el precio de la moralidad de alguien. O si formar a 10 personas nuevas para la organización vale un coche como el mio, más lo que hayan pedido los otros tres profesores y el coste de las instalaciones. Aunque las instalaciones también son de una universidad, tal vez tampoco tengan un coste real, puede ser el favor de un decano, o incluso de un bedel y que nadie más sepa nada. Tal vez, despues de todo, sí sea posible.

 

Al cabo de unos meses, yendo a visitar a una amiga de mi madre, su hija nos guiaba hasta la casa y nos explicaba sulfurada que acababa de llegar de trabajar, que estaba harta de que se aprovechasen de ella. Decía que lo que iban a cambiar las cosas si tuviese un título universitario, que podría hacer lo que le diese la gana.

 

-¿Y porqué no te sacaste la carrera en lugar de hacer un ciclo formativo?

-Es que no es tan fácil…

 

Tuve que ahogar la carcajada, que quedó en una leve sonrisa. Le respondí que tenía razón, pero no podía evitar pensar, que si la gente supiese lo fácil que pueden ser las cosas, no tendrían ya ningún valor.

Carta

Querida Marta,

han pasado dos años, tal vez tres, y sigo sin saber de ti. Al principio me molestó que tus últimas palabras fueran “te llamo luego y quedamos mañana”. Pero no era la primera vez que lo hacías, lo de incumplir una cita, lo de desaparecer sin dejar rastro.

Esta vez incluso llegué a preocuparme, no tengo forma de contactar contigo y si te hubiese pasado algo nunca podría saberlo. Es una sensación compleja: una cosa es añorar a alguien que no está, pero eso de no saber si lo has perdido, no sabes si guardar como un tesoro los recuerdos o acumulando rencor por la indeseada ausencia.

Pero el tiempo no son sólo anocheceres perdidos, la piel que envuelve los sueños también se va curtiendo, al final nos acostumbramos a hacer balances hasta de las emociones. Por eso te escribo, Marta, porque las malas experiencias también son emociones al fin y al cabo, porque la rutina ya se encarga de poner la monotonía que nos hace creer estables.

Así, un día como hoy me levanté pensando que me faltabas tú, aunque pueda parecer extraño. Y que necesitaba decírtelo, aunque sea absurdo porque no sé cómo localizarte. Me enseñaste a realizar los deseos, más allá de la razón o la conveniencia, por mucho que yo me revelase a esa idea.

Jaque-mate, has ganado. Como siempre. Sólo que, esta vez, ni siquiera estás para saberlo. Esta vez, perder ni siquiera tiene sentido.

En la orilla de cualquier mar

Sentado sobre la arena de cualquier playa. La arena, esa tierra que abrió los ojos y se propuso limpiar el alma, ser más pura, ganar la levedad.

Aquí, sentado con la arena, en cualquier playa. Espero desde hace horas (ella lleva quizá la eternidad), que las espumosas crines me hablen. Espero que, en ese lento y premeditado suicidio contra las rocas, me escriban. Con la propia sal que se les derrama de las heridas, me escriban.

No sé qué esperará ella, sigue conmigo. Bajo todos estos pensamientos, a mi lado, detrás, casi tan omnipresente como el mar que se empeña en callar frente a nosotros. Pero más presente.

Mientras se sostiene el silencio de las olas, me pregunto qué puede esperar ella, la arena. Una vez limpia, pura y leve, qué puede esperar.

Un susurro, quizá una broma de la brisa. No, es una palabra. Sobre el espigón, colección ordenada de rocas grises, ancladas por perder el orden. Una mancha de cristales blancos sobre el pétreo gris.

Viento.

Las olas me dicen «viento». Y yo esperaba un nombre, una dirección, un color, cualquier cosa para orientar mi vida. Vuelvo a sentarme sobre la playa, gris cemento. La arena se fue, siquiera sin despedirse, aunque yo tampoco la saludé al llegar, habíamos contemplado juntos tantos testigos mudos…

Quizá eso esperaba la arena, «viento» para dirigir sus pasos, pues aún con tanta levedad, el ser no puede arrastrar al alma.

Quizá es, más bien, que por tanta levedad, el ser no puede arrastrar al alma.

No sé, pero seguro que no lo descubriré, anclado a la orilla de cualquier mar.

De amores y desamores

-¿Has estado alguna vez en un trigal?
-No, creo que no.
-¿Y si te pregunto si has estado en un campo de amapolas?
-Sí, eso sí.

El dorado homogéneo trigo, por idílico que parezca, no puede soportar la belleza salvaje de la amapola. Ella no pregunta, hace del campo su morada.

No le pidáis explicaciones más que a la lluvia infiel.

A los que leen en silencio

Sé que estás ahí. No pretendo asustarte, esto no es una mala película americana. Sé que me lees, que me sigues leyendo. Y de algún modo yo también lo hago.

Me gustaría saber qué te impide hablar, qué ha hecho que no te atrevas a dejar tu marca, como lo hacen los enamorados sobre la corteza de los árboles.

A todos aquellos que me leen en silencio,
sin cuyos comentarios hubiese abandonado el blog hace tiempo:
Os echo de menos

Mírate bien

Mírate bien, la silueta se rellena en el espejo. Los grises toman forma. La luz se apodera de tu mirada. Como cuando amanece sobre las montañas y el frío azul le cede el paisaje al verde. Como cuando se desdibuja la noche de las copas de los árboles, dando motivos para trinar a los pájaros olvidados.

Sales a la calle con la sonrisa renovada. Anoche no dormías sola, sobre la almohada estaban todos esos juegos cómplices que trazamos por turnos. Tus pasos se han vuelto más seguros hoy. Hasta te parece que el chico de la frutería te estaba mirando de reojo. Y, sin darte cuenta, la cintura vuelve a esculpir tu sensual andar.

Volverá la noche, mas no la oscuridad, ya no la dejarás entrar.